lunes, 14 de junio de 2010

Eso que ninguno volverá a ver

Un poema construído alrededor de un blanco



Ingresar al universo de Supervielle es experimentar, como lo define Sabine Dewulf, un cierto vértigo inicial por la pérdida de las referencias habituales.

Se trata de un mundo de continuas metamorfosis donde los contrarios coexisten con toda naturalidad. Los muertos y los vivos se bordean. La memoria no puede disociarse del olvido. La materia tiene la consistencia de una nube que se deshilacha. ¿Es diferente del espíritu? Los seres y las cosas no tienen comienzo ni fin pues todo es en ellos transformación, permanente metempsicosis. ¿Hay una esencia detrás de las apariencias o existe un universo sensible y nada más?
¿Dios es trascendente o inmanente, creador del mundo o simple testigo, existente o no existente? Todo es mutante e incierto.
Lo observado depende del observador. No hay frontera definida entre sujeto y objeto.
El objeto se sustrae a su aprehensión, como en ese vacío que percibe el caballo en el poema esencial que se titula “Movimiento”. Algo ha sido visto y será visto otra vez, ¿pero qué? El misterio es total. Un poema construido alrededor de un blanco.
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MOVIMIENTO

Ese caballo que giró la cabeza
Vio eso que ninguno jamás ha visto
Luego continuó paciendo la hierba
A la sombra de los eucaliptos.

No era ni árbol ni sombra
No era una yegua
Ni una memoria de viento siquiera
Practicando sobre las hojas.

Era eso que otro caballo
Veinte mil siglos antes que él
Habiendo de pronto girado la cabeza
Percibió a esta hora también

Y eso que ninguno volverá a ver
Ni hombre, ni caballo, ni insecto, ni pez
Hasta que el suelo no sea
Más que el resto de una estatua
Sin brazos, sin piernas y sin cabeza

Traducción de Viridia Woolf
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MOUVEMENT
Ce cheval qui tourna la tête /Vit ce que nul n’a jamais vu /Puis il continua de paître/ À l’ombre des eucalyptus./
Ce n’était ni ombre ni arbre /Ce n’était pas une jument /Ni même un souvenir de vent/ Qui s’exerçait sur du feuillage.
/C’était ce qu’un autre cheval, /Vingt mille siècles avant lui, /Ayant soudain tourné la tête /Aperçut à cette heure-ci.
/Et ce que nul ne reverra,/ Homme, cheval, poisson, insecte,/ Jusqu’à ce que le sol ne soit/ Que le reste d’une statue/ Sans bras, sans jambes et sans tête.